PARIRÁS CON DOLOR…


En realidad, el dolor más grande es la incomprensión.

Probablemente debido a la frenética vida que llevamos (¡y que la mayoría acaba de volver de las vacaciones!), la incapacidad crónica de escuchar al Otro, al miedo de que nos quiten el poder. No quero ni tanto menos lucho, para que todas las mujeres que desean tener un hijx vayan a la Ciudadela, se cuelguen entre las ramas más accesibles de un árbol escondido y, como heroínas, empiecen a parir acompañas por sus mejores amigas. (Sí, soy consciente que la imagen resulta algo extraña, pero es lo que un enfermero me aconsejó cuando le comenté mi deseo de parir en casa tras la cesárea). Y por supuesto, no quero ningunear ni despreciar el trabajo que se está llevando acabo, lo que se ha hecho o se hará. Lo que estamos llevando sobre la mesa es una realidad, voces de mujeres (sus parejas, familias, amigos…) que han tenido un aborto, un embarazo, han parido o perdido a un hijx y han salido traumatizadas por la atención recibida, por la ausencia de información, por la falta de respeto, por el lenguaje paternalista. Mujeres que han sido criticadas, juzgadas (“eres una mala madre, vas a traumatizar a tus hijos” me dijo la ginecóloga tras haberle expresado el deseo que mis hijos estuvieran presentes al parto) o amenazadas (“bueno… Yo no sé si ha sido suerte o no, o sea, tú niña se podía haber muerto…nosotros hemos venido a sacarla y no has colaborado…” [1]). Una realidad que para mis ojos es tan evidente y que, sorprendentemente, una y otra vez, la mayoría anula, o reduce y limita a pequeñas situaciones muy bien circunscriptas. Pues no. No son pequeñas situaciones. Hay que entenderlo. Y si los datos de la presupuesta evidencia científica ya no convencen más, probar a escuchar a la vecina de al lado, por ejemplo, que acaba de parir o pasar por legrado uterino. Prestar atención a su relato, los detalles, su vivencia, como se sintió…

“Esto no pasa aquí” comentan mis estudiantes de enfermería cuando ven, por primera vez, el vídeo de Dona Llum sobre violencia obstetrica (VO). “En mi hospital atendemos a partos humanizados” comentan las estudiantes que ya trabajan como auxiliares. Un parto humanizado no es tener unas pelotas o una bañera o pintar de azul marino el box quirúrgico. No hace falta explicarlo, ¿no?

Ayer una enfermera durante un simposio sobre “Las fronteras del cuerpo: salud y riesgo” preguntó a las comunicantes, estupefacta, si considerábamos la episiotomía como VO. Y, además, dónde estaba escrito que era un riesgo para la mujer. Ella se posicionó, aunque lo denegó, en defesa de todos los profesionales que acompañan al parto, y automáticamente, nos colocó a nosotras en el otro lado del campo. En una guerra, una lucha, unas reivindicaciones de saberes entre ciencias en la que no quiero entrar. Nunca más. Donde no se trata de evidencia científica (que si la mayoría supiera como se construye dicha evidencia…) o de datos, sino de personas, de historias de vidas, de poder construir juntos algo para la mejora de la atención al embarazo y parto. Entender como cambiar. Observar en profundidad. No estamos levantando un dedo y dando la culpa a los profesionales, no estamos obligando a todas las mujeres a parir fisiológicamente en una bañera. Estamos dando espacio a la reflexión y el diálogo. Estamos llevando estas voces que muy a menudo se pierden porque silenciadas o porque ya salen con una tonalidad de voz bajita (nos enseñaron a parir sin hacer ruido para no molestar). Estamos luchando para que una mujer y su pareja tengan acceso a todas las informaciones en referencias a los beneficios de un parto fisiológico y los riesgos de una lactancia artificial. No llamarnos talibanas de la teta (término muy infeliz, véase el libro “Lactivista” de Ibone Olza), estamos trabajando para que se asuma la lactancia materna como la norma, que se comprendan las dificultades para amamantar y no para culpabilizar a las madres que no la practican, sino para solucionar los problemas. Se lucha para que las mujeres tengan apoyo, acompañamiento y que no les separen de sus hijxs (tras el parto, en la UCI, etc.). Sólo las personas bien informadas tendrá la libertad de decidir qué hacer, cómo y cuándo. Estamos luchando para que las nuevas generaciones no crezcan pensando que un bebé chupa un bocadillo del McDonald’s, sino el pezón de su madre durante todo el tiempo que ellxs quieran; para que una sala de lactancia en hospitales y centros comerciales no sea identificada por la imagen de un biberón; para que la imagen de una teta o un pezón amamantando no necesita censura. Se trabaja para que los padres tengan el tiempo de disfrutar de la comida con sus hijos y no recurran a “complemento alimenticio” para evitar de preparar o nutrirlos. No quiero que mis hijos jueguen haciendo parir sus muñecas por intervenciones (inne)cesáreas, quiero que vean a una placenta, que descubran el placer de amantar, del tacto, del cuerpo, del contacto. Que no tengan miedo, ni siquiera del dolor o de la sangre, algo con lo que mis hijas tendrás que aprender a vivir durante muchos años, que no es sucia ni asquerosa ¡Todo lo contrario!. No quiero que se normalicen comportamientos violentos, arrogantes y prepotentes, estoy cansada de ver películas o serie TV que reproduzcan, una y otra vez, un parto en litotomía, donde los profesionales del acompañamiento al parto son representado como insensibles y atentos sólo al partido de golf de la tarde. Anuncios televisivos donde el padre está descrito como un subrogado mal hecho de una madre. Quiero que la mujer recupere su protagonismo durante el embarazo, el parto, que pueda disfrutar de la crianza sin tener que justificarse con una sociedad que imponga los ritmos y los tiempos de un destete, por ejemplo. Quiero que las futuras madres no piensen que la maternidad está hecha sólo de madres perfectas, guapas y felices o todo lo contrario: en apuro; debido a que hay un abanico de emociones, placeres, dificultades y luchas en la maternidad. Y esta no es nada más que un proceso constante de trasformación. Quiero que dejemos de obstaculizarnos y empecemos a colaborar, profesionales de la salud, doulas, científicas sociales, madres, padres, etc.

Finalizando, para contestar a la última afirmación de la enfermera de ayer, que una madre sólo quiere que su hijo venga bien, pues no. Tengo que decirte que ya no es así, o no debería ser así. Una madre debería querer vivir su embarazo de forma armónica y en paz, debería ser protegida por el Estado y el Sistema Público de Salud, una madre debería tener la tranquilidad de saber que puede alimentar su hijo y que tiene apoyo y acompañamiento, que la experiencia del parto es algo que te queda dentro, encarnado, en el espíritu y en el cuerpo, y puede ser algo asombroso y maravilloso (también por cesárea) o todo lo contrario. Una madre jamás debería preocuparse por la posibles lesiones o secuelas que conllevan las numerosas intervenciones que se practican actualmente durante el alumbramiento (entre la cuales, la episiotomía misma) y debería poder revindicar estas experiencias. Poder moverse, decidir, cambiar la posición, los tiempos, el lugar. Ser informada, aconsejada sobre las formas alternativas de aliviar el dolor. Esto y más, a la vez de que su hijo nazca bien.

 

Serena Brigidi

 

[1] Capítulo del día 5 de mayo del Reality Baby Boom, un programa español emitido por el canal La Sexta estrenado al mes de abril de 2012; grabado en la Maternidad del Hospital General Universitario Gregorio Marañón, Madrid

Deixa un comentari

L'adreça electrònica no es publicarà. Els camps necessaris estan marcats amb *

Time limit is exhausted. Please reload CAPTCHA.