Part a casa
Siempre he creído en el poder de la mujer cuando da a luz. Con mi primer embarazo no tenía dudas, sabía que podía parirla al igual que había sabido gestarla. Deseaba un parto sin epidural, lo que para mí suponía (en ese entonces) un parto natural. Lo que no sabía es que me provocarían el parto, me tumbarían, me romperían la bolsa y yo pediría la epidural como loca.
Salí contenta de mi parto porque había logrado evitar la cicatriz de una cesárea… ingenua de mi…
Cuando supe que estaba embarazada de nuevo yo ya no era la misma. Mis expectativas con respecto al parto eran mucho más elevadas. Ahora sabía que realmente mis ideas románticas sobre el nacimiento de nuestros hijos podían llegar a ser reales. Entendía que un parto podía llegar a ser mucho más que un parto “no traumático”. [pullquote]Ahora era más consciente y tenía el poder del conocimiento y la información, ya nadie podría engañarme… quería vivir mi parto con amor, pasión, cariño, fuerza, con locura y con verdad. Quería acompañar a mi bebe en su camino a la vida y a mis brazos de la mejor forma.[/pullquote]
Así es como al fin tomé la mejor decisión de mi vida: ¡dar a luz en mi casa!
Hoy os quiero trasladar aquí el relato de mi experiencia. Lo resumo en frases cortas y directas.
MI PARTO:
Salía de cuentas el 12 de diciembre pero el lunes día 2 manché al ir al lavabo. Parecía parte del tapón mucoso. Recuerdo como se me erizó el pelo y me emocioné pensando en que pronto vería a mi hija. Se lo comenté a mi comadrona para que estuviera al corriente.
Esa misma tarde salimos a hacer un café con mis tías y mi madre. Tenía contracciones que iban y venían. Eran irregulares e indoloras y no les ice mucho caso. Estaba tranquila y contenta.
Cenamos en casa y las contracciones no cesaban aunque seguían irregulares y sin grandes molestias. Empezamos a bromear con la posibilidad de estar de parto pero no nos lo tomábamos en serio, ni nos lo acabábamos de creer puesto que aún faltaban 10 días para la fecha probable de parto.
Sobre las 23 horas de la noche nos fuimos a la cama, pero yo estaba inquieta y era incapaz de relajarme y dormirme. Las contracciones empezaban a ser un poco molestas, pero no le dí importancia y me dije a mi misma que debía descansar, y más aún si ese día iba a estar de parto, pues necesitaba reponer fuerzas ya que la noche anterior la había pasado muy mal con vómitos y demás.
Sobre las 4 de la mañana me doy cuenta de que las contracciones están llevando una dinámica y empiezo a contabilizarlas con una aplicación del iphon. Tengo contracciones leves cada 5 minutos que duran alrededor de 40 segundos. Mi marido dice de llamar a la Imma, pero yo le digo de esperar un pelín más. Me bajo al comedor porque en la cama me es imposible estar y me siento en el wáter un rato porque tengo ganas de hacer caca contantemente aunque soy incapaz de hacer nada.
Sobre las 5 de la mañana y viendo que las contracciones no ceden, decido llamar a mi comadrona. Le cuento la situación y aunque estoy bien decide venirse porque tiene casi una hora de camino.
Estoy soportando perfectamente los dolores, me siento relajada y feliz. ¡Parece que ha llegado el gran día!
Llega Imma. Suelta todos los aparatos por el comedor y le cuento como sigue el tema mientras nos sentamos en la mesa. Me toma la tensión, escucha a mi bebe y me mide las pulsaciones. Todo correcto.
Hasta ahora las contracciones eran tan llevaderas que hasta podía hablar mientras las pasaba, pero parece que la llegada de mi comadrona ha animado el tema porque mis dolores van en aumento y ahora tengo la necesidad de respirar cada contracción y concentrarme en ella.
Ya no estoy cómoda sentada en la silla, necesito moverme y así lo hago, pero cuando aparece el dolor de nuevo mi cuerpo se para en seco, cierro los ojos y respiro dejándome llevar. Sigo relajada y siento que controlo la situación.
Así me paso un rato, dando vueltas por el comedor y respirando mientras mi marido e Imma preparan la sala para el momento del parto. Mueven el sofá y la mesa y sitúan todo de tal manera que podamos montar la piscina.
Alguna de las contracciones me arrodilla al suelo así que ahí me planto: de rodillas apoyando mi cabeza sobre el sofá. Empiezo a controlar y a acompañar las contracciones abriendo bien la boca con un aaaaaaaaa relajado y flojito. Imma es silenciosa, pero se acerca a mí y presiona sobre mis lumbares en cada contracción lo cual yo agradezco enormemente. La cosa se está animando y soy consciente de ello. Mi marido empieza a montar la piscina de partos. Ya son las 7 de la mañana (las horas no las tengo claras). Yo me desnudo porque el pantalón empieza a molestarme y pido que me pongan la música que ya tenía preparada. Me gusta el ambiente, cálido y delicado. Poco rato después, la piscina esta lista. ¡Que gustazo el agua caliente!
Los dolores vuelven a aumentar cuando me sumerjo en el agua y sobre las 8horas de la mañana siento un plofffffff, y un líquido que fluye. He roto aguas y se lo digo a mi comadrona.
Se acerca la hora de despertar a mi princesilla mayor para el cole y llamamos a mi madre para que venga a casa. Yo deseo que la futura hermana esté presente durante el nacimiento de la bebe así que pido un tacto (el primero y el último) para decidir llevarla o no al colegio. Cinco centímetros. ¡Dios mío, me queda la mitad del trabajo! Me desmoralizo y se me pasa por la mente el miedo a no ser capaz de aguantarlo. Con este sentimiento soporto dos o tres contracciones horribles y me doy cuenta de que necesito cambiar el chip, así que decido volver a coger las riendas de mi parto y vuelvo a respirar mis contracciones y vuelvo a relajar mi cuerpo entre cada una de ellas. – ¡yo sí puedo parir!- me repito. Sigo arrodillada (mi postura clave en este día), esta vez dentro de la piscina y apoyada en el soporte de ésta. Mi marido está cerca de mí todo el rato, me agarra la mano y me besa la frente.
Decido llevar a la niña al cole. Sé que me pondrá nerviosa su presencia y sé que no podré concentrarme debidamente. Mi madre se la lleva y vuelve para quedarse con nosotros.
A partir de aquí no consigo recordar con nitidez los detalles. Puede que haya algo que me deje o que no cuente con exactitud.
Sé que pedí salir del agua, sentía la necesidad de hacer caca desde hacía rato. Era como si estuviera estreñida pero sin nada que sacar. Una sensación extraña. Imma me dijo que podía hacerlo en el agua si quería, pero yo me negué, así que me ayudaron a salir del agua, me taparon con una toalla y fui hacia el wáter. Ahí las contracciones parece que volvieron a aumentar o, almenos, había momentos en que los dolores me parecían más intensos que otros. Seguía acompañando la contracción con un largo e infinito aaaaaaaa que cada vez me costaba más sostener.
Mientras yo seguía en wáter volvieron a llenar la piscina con agua caliente para mantener la temperatura adecuada y volví a meterme dentro de nuevo. Entré en un estado de subconsciencia en que ni veía ni oía nada. Ahora sé que estaba en el llamado famoso planeta parto.
Entonces llegó la fotógrafa.
Me sentía fuerte, animal y a la vez me retorcía con cada contracción. Casi me era imposible controlar el dolor. Los aaaaaaaaaaaaaaa que me habían acompañado hasta el momento pasaron a ser AAAAHHHHH!! AAAAHHHHH!! Empezaba a rugir como una leona. [/pullquote]Imma me animaba y recuerdo que respiraba conmigo las contracciones acompañándome para ayudarme a no perder el ritmo. El parto se había acelerado por instantes. Tenía contracciones casi en cada minuto. Me daban ganas de empujar, empujones cortos y flojos y mi matrona seguía animándome a respirar. Era importante esperar a empujar cuando realmente estuviera dilatada completamente para evitar desgarros y su única forma de saber si estaba o no dilatada era con mis reacciones y mis actos. Si era capaz de controlar la contracción sin empujar, aunque solo fuera un poco, significaba que aún no era el momento.
Y, de repente, en una de esas contracciones sentí caer un peso supremo que presionaba sobre mi ano. Sí, ahora sí tenía ganas de evacuar “algo” y así lo hice saber. – ¡tengo caca!!!- grité mientras iba empujando.
Imma me dijo que me tocara para ver si ese algo podía ser mi preciosa bebe y así fue. Toqué la cabecita de mi hija por primera vez mientras aún estaba dentro de mí. Fue increíble. Recuerdo que sonreí y todos supieron que ahí estaba. Pero hasta que no toqué a mi hija no fui consciente de que lo que estaba presionando sobre mi ano con una fuerza sobrehumana era mi hija, e Imma, al verme tan impresionada con las sensaciones declaró que era como “cagar un melón”. Y no se puede describir mejor, un melón enorme que parece que vaya a partirte en dos.
Así empezó un expulsivo que duró no más de 15 min.
Desde ese primer contacto con mi hija ya no aparté mi mano de su cabeza en todo el rato. Estaba arrodillada (como no) y en la siguiente contracción me agarré con una mano a la camiseta de mi marido, que estaba delante de mí de pie (esto lo sé por las fotos) y seguí empujando mientras con la otra mano tocaba la cabeza de mi hija. Grité, recuerdo que grité, aunque no sé hasta qué punto. Una fuerza poderosa se había adueñado de mí y era incapaz de parar aunque lo intentara. Con la siguiente contracción salió la cabeza y sentí alivio. No era dolor lo que recorría mi cuerpo en ese entonces, mientras empujaba las contracciones ni dolían, solo eran ganas de hacer caca con una presión increíble. Me atrevo a decir que hasta era placentero. Miré a mi marido y sonreí. Creo que volví al mundo real por un momento. Estaba feliz y el ambiente estaba cargado de emociones, lo percibía.
No era dolor lo que recorría mi cuerpo en ese entonces, mientras empujaba las contracciones ni dolían, solo eran ganas de hacer caca con una presión increíble. Me atrevo a decir que hasta era placentero.[/pullquote]
Imma me invitó a recostarme sobre mi espalda en una de las paredes de la piscina puesto que mi deseo era coger yo misma a mi hija. Me ayudaron a cambiar la posición y mi marido se quedó detrás de mí abrazándome. En la siguiente contracción ya casi no fue necesario empujar, mi bebe se deslizó como un pez entre mis piernas.
Enseguida la cogí y volví al mundo consciente de nuevo cargada de felicidad. Mi bebe estaba conmigo ¡lo había logrado! Había venido al mundo en un parto gozoso, respetado, tranquilo, feliz y animal. ¡En un parto lleno de amor! Rodeada de las personas que la quieren, rodeada de cariño y de paz. Lloré. Todos lloramos.
Su hermana no pudo estar presente porque el expulsivo fue muy rápido y no dio tiempo a maniobra pero conoció a su hermanita poco rato después al salir del cole. Su cara es irrepetible y las sensaciones de ese instante dan para otro relato.
Yo no me desgarré nada, salí intacta. Mi bebe nació a las 10:15 de la mañana y pesó 3.330kg.
DEDICACIONES:
Quiero dedicar este relato principalmente a mi marido que sin estar de acuerdo me apoyo y aceptó mi decisión, disfrutó el momento y me dio todo su cariño. Nunca podré agradecerle suficiente la paciencia y comprensión que demostró tener aceptando tal idea sin compartirla conmigo. Sé que disfrutó el parto y sé que fue para él igual de emocionante que para mí. Gracias mi amor. Te quiero.
A mi comadrona, Imma Sárries, a la que siempre recordaré y formará parte de mi vida porque acompañó mi parto tal cual lo deseaba: cerquita mío, apoyándome y animándome sin intervenir. Logró hacer de ese día un día perfecto e inolvidable. Ha sido un privilegio haberla conocido y contar con ella en todo mi recorrido.
Y a mi madre. Ella que a pesar de sus miedos y dudas me escuchó cuando le hablaba de partos medicalizados, partos forzados e irrespetuosos. Me escucho cuando le hablaba sobre mi romántica idea del nacimiento y finalmente formó parte de ese precioso momento en silencio y con lágrimas en los ojos.
¡Emoción, emoción, emoción! Eso es lo que se respiraba ese día y eso es lo que sigo sintiendo hoy mientras lo escribo.
Toda mujer debería poder sentir lo que yo sentí cuando sostenía a mi hija mientras nacía. Toda mujer debería poderse sentir tan poderosa, tan viva, tan feliz y satisfecha como yo me sentí y me siento después de esta maravillosa experiencia.
12/12/2017
Tres fills, tres naixements diferents
Antes de explicar como fue nuestro parto primero debo explicar los nacimientos de mis otros dos hijos, ya que es gracias a ellos que he llegado hasta aquí.
Mi primera hija, Gisela, nació en julio del 2004, a la 40+5 años en la Maternidad de Barcelona, nació vaginalmente en un parto medicalizado. Me puse de parto a las 2:30 de la mañana y me ingresaron a las 11 estando de tres centímetros. Me rompieron la bolsa, me monitorizaron y me pusieron la epidural. Y a esperar, estirada en la camilla del paritorio y sin sentir absolutamente nada. Me decían que la niña no bajaba, pero cuando ya estaba dilatada empujé y nació en tres empujones (totalmente dirigidos claro). No me pusieron a la niña encima enseguida, la ví cuando la sacaron, la vistieron y entonces me la pusieron encima. Fue entonces me enamoré de ella para siempre.
Me hicieron episiotomía y después de coserme me dio una bajada de tensión (por la epidural) que me tuvo en observación un par de horas, pero ya no me separaron de mi niña y le pude dar teta a la hora y cuarto de nacer.
No tengo mal recuerdo del nacimiento de mi hija, por entonces pensaba que era la experiencia más especial que había vivido nunca (y lo sigo pensando, aunque con diferente perspectiva). De hecho creo que si mi segundo hijo no hubiera nacido por cesárea hubiera repetido en el tipo de parto seguramente. Supongo que era por que entonces pensaba que era lo normal, desconocía todo y confiaba a ciegas en los médicos, que pena que tuviese que pasar por una cesárea para despertar, otra cosa de las que me culpaba, de no haber “despertado” después del parto de mi hija.
Fue especial, aun con tantas cosas en contra, lo fue. Ahora sé que podía haber sido mil veces mejor, que pena para mi niña que no lo fuese.
Adrià nació en abril del 2006, a la 38+5 en la Quirón de Barcelona por cesárea programada por estar de nalgas. Me fui a la medicina privada buscando lo que no encontré en la seguridad social, un trato más cercano y una persona en la confiar de principio a fin. Qué gran error. Mi bebé estuvo de nalgas siempre, durante todo el embarazo deseé con toda mi alma que se diese la vuelta, pero no lo hizo. El destino no quiso que diese con la tecla de las diferentes opciones para intentar que se girase. Encontré información sobre la versión externa pero lo que leía era catastrofista (por supuesto todavía no había dado con la lista de apoyocesáreas, ainss, qué diferente hubiera sido todo).
Yo deseaba un parto vaginal, no quería cesárea, incluso planteé al gine un parto de nalgas, pero me convenció que tenia más riesgo que una cesárea, y por supuesto me lo creí (ahora sé que un parto de nalgas es más que posible, y más después de haber tenido ya otro hijo vaginalmente).
Fui a la cesárea con el corazón en un puño, algo mi interior me decía que aquello no estaba bien, que no debía ser así, pero mi cabeza acalló todas las voces.
No voy a explicar la cesárea porque todas sabemos lo triste que es. Solo decir lo desamparada y sola que me sentí, y como le pedía, interiormente pero a gritos, perdón a mi bebé por nacer así, lloré durante el nacimiento de mi hijo. No fue respetada, pero guardo como un tesoro la primera imagen que tengo de mi hijo y los segundos que la comadrona puso su mejilla contra la mía. “Sólo” nos separaron una hora, y le di teta hasta los dos años y medio.
La recuperación fue muy dura, nunca he sentido tanto dolor (y digo nunca, ni siquiera en mi parto natural) y me sentía tan inútil, y muy dolida, por dentro y por fuera.
Pero algo no curó, estaba triste y abatida y solo pensar en la cesárea me ponía a llorar. Entonces pensaba que había tenido muy mala suerte, que la cesárea había sido necesaria y que el destino no había querido que pudiese parir a mi hijo. Eso me hacia sentir todavía más desgraciada.
Buscando algo que me hiciese dar sentido a todo lo que obsesionaba di con la lista de apoyocesáreas. Y ahí aparecieron mis ángeles. Encontré a mujeres, muchas, que sentían lo mismo que yo, que me comprendían y con las que me sentí totalmente identificada. La lista me ayudó muchísimo y a partir de ahí empezó mi recuperación, el “click” definitivo fue cuando una comadrona me dijo que me habían robado mi parto, que no se había hecho para salvar a mi bebé sino para salvar al ginecólogo. Esas palabras, leídas pero tan claras, de alguien que me trasmitía tanta confianza y profesionalidad, removieron algo de muy adentro. Ese día sí que lloré, fue como despertar a otra realidad, como si me hubiese quitado las gafas de madera y la niebla hubiese desaparecido de mi mente.
Con tiempo y acompañada de mujeres valientes, y sus testimonios y su apoyo, aprendí a vivir con los sentimientos que me desbordaban, a no sentirme culpable y a perdonarme por no haberme vuelto a mi casa el día que me programaron y pelear más.
Mi marido también me ayudó un montón, el día que me dijo que por él no tendría más niños, que dos ya estaba bien, pero que sabia que yo siempre había querido tener tres. Que si tener ese hijo deseado y encima tenerlo de una manera que me hiciese estar mejor pues que adelante, que me apoyaría en todo.
Y así empecé a buscar opciones, quería, necesitaba tenerlo todo bien ligado antes de embarazarme, no tenía tanta fuerza interior para pelear por un parto respetado estando embarazada. Y así decidimos que lo tendríamos en casa. Ni yo misma sé como llegué a convencerme de que era la mejor opción, pero la idea anidó en mi interior de una manera la mar de natural. Y tampoco me costó convencer a mi marido, lo que yo le explicaba y ver mi seguridad le convenció. Ha sido un cielo en todo momento.
Y nos embarazamos. De los tres embarazos a sido el que mejor he llevado, el que mejor me he encontrado por dentro y por fuera, he disfrutado mucho de él, imagino que la experiencia y la tranquilidad interior ayudan, pero el tener a unas personas cariñosas durante el seguimiento y el parto, que sé que han mirado por mi bienestar y el de bebé por encima de todo pues también ayuda.
Y ahora explico mi parto:
Como digo durante el embarazo me encontré muy bien. Yo siempre (en los tres) he tenido muchas contracciones de Braxton-Hicks, nunca me han dolido pero han sido muy frecuentes. A partir de la semana 38 algunas molestaban un pelín, pero no le di mayor importancia. El día 11 de septiembre, estaba de 39+4, comiendo en casa de unos amigos tuve más contracciones de lo que era normal y alguna un poco más molesta. Además tuve un poco de descomposición, y como sé que, a veces, es señal de que te vas a poner de parto pensé “a ver si va a ser hoy el día”, pero estaba convencida que me pasaría de la fpp y como no me notaba diferente me lo quité de la cabeza.
Pero como toda ley de Murphy que se precie, el día que peor me iba ponerme de parto, pues ese día fue .Mi suegra había venido a pasar una temporada con nosotros para ayudarme el último mes y porque ella se encargaría de los niños cuando empezase el parto, pero quiso irse un par de días a casa de mi cuñado, recuerdo que le dije “falta que te vayas y más te necesitemos para que me ponga de parto” y toma ya.
Volvimos de casa de mis amigos, eran las 19h y acababa de tumbarme en el sofá mientras Luis bañaba a los niños cuando me vino una contracción. Esa sí que dolió. A los diez minutos otra, y así dos más. Le dije a mi marido que me iba a la cama un rato, que igual era porque estaba muy cansada. Pero al subir a la habitación empezaron a ser más seguidas. Se lo dije a Luis, y empezó a cronometrarlas. Eran cada 5 minutos y duraban un minuto, le dije que no sabía si estaba de parto o no (la comadrona me había dicho que en multíparas es normal tener falsas alarmas, que me esperase hasta que fuesen rítmicas y al menos durante dos horas), por si acaso llamamos a mi suegra para que se viniese. A las 20:30 llamé a Alicia, la comadrona, le dije que no sabía si estaba de parto, pero que cada vez eran más frecuentes y que no tenia pinta de parar, para entonces eran cada 3-5 min. Me escuchó mientras tenia una contracción y quedamos que la llamaríamos en 45 min para ver que tal.
Mi marido pobre pasó un rato chungo, al estar solos con los niños yo me quedé en la habitación porque no quería que me viesen como se me cambiaba la cara en cada contracción, así que él se pasó 2 horas subiendo corriendo desde el comedor (les estaba dando de cenar) cuando yo le avisaba. Le gritaba “otra!!” y él piiii, crono, y para arriba pitando, me masajeaba las lumbares hasta que se pasaba y para abajo otra vez.
De mientras yo deambulaba por las habitaciones buscando la postura más cómoda, que resultó ser de rodillas a los pies de la cama y recostada abrazada a una almohada.
A las 21:30h volví a llamar a Alicia, le dije que las contracciones eran más intensas, me dijo que ya estaba de camino. Llegó mi suegra y mi marido pudo descansar de escaleras.
Cuando planeamos el parto habíamos pensado que, cuando empezase, mi cuñado se llevaría a su madre y los niños parar poder estar tranquilos en casa, pero como ya era de noche decidimos que se quedasen en casa, que se dormirían y así se quedarían con nosotros, pero por supuesto, nada sale como lo planeas y Adrià se durmió pero Gisela, como buena mujer que es, aguantó el tirón.
Total que, tanto planear, que si pondríamos la piscina de partos en el comedor, que si estaríamos más anchos abajo, etc. Pues na de na, en la habitación me quedé, y mi hija como una reina viendo pelis en el comedor a ver si caía redonda.
A las 21:50 llegó Alicia, las contracciones eran cada 3-4 min. Fue curioso porque me alegré de verla pero las cuatro palabras que intercambiamos hicieron que la contracción de turno tardase 7 minutos en llegar, aunque a la siguiente ya había cogido el ritmo otra vez. Me preguntó si quería un tacto pero le dije que esperásemos.
Deambulaba buscando la manera de pasarlas, pero al final acababa a los pies de mi cama. Intentaba respirar y relajarme pero la verdad es que me costaba mucho, cuando me venía una me ponía muy tensa de hombros y necesitaba apretar fuerte algo con la manos, ya fuese una almohada, el somier o a mi pobre marido. Todo lo que había aprendido en las clases de preparación se esfumó, y lo pasé como me pidió el cuerpo y la mente.
Estaba muy lúcida todavía y quise ducharme, entonces llegó Ana Mº, otra agradable sorpresa, es doula y experta en lactancia, y vino para acompañar a Alicia. La ducha me sentó genial y las contracciones fueron más llevaderas ese rato (mientras mi marido cortó jamón y con pan con tomate y comieron algo, me tiré un buen rato jeje), cuando salí Ana Mª me dijo que me estirase a ver si conseguía descansar un poco y me dejó sola, pero cuando me tumbé me vino otra contracción y dolía el triple al estar tumbada y me puse a cuatro patas, entonces noté como una suave explosión en la entrepierna y calor, había roto aguas, aún no se como en medio de la contracción me bajé rápido de la cama porque no quería manchar las sábanas, así estaba de mental jeje. Las avisé y las miraron. Eran las 23:10.
A partir de ahí todo lo sencillo que estaba siendo se torció un poco. Alicia me dijo que eran un poco teñidas, no mucho pero sí algo. Me asusté. Miró las pulsaciones del bebé y me dijo que estaba perfecto, decidimos que si el bebé aguantaba bien y el parto no se alargaba podíamos esperar un poco a ver como evolucionaba la cosa (más tarde me explicó que al ser mi segundo hijo y no estar muy teñidas que se podía esperar a ver la evolución pero que si hubiese sido primípara nos hubiésemos ido al hospital sin pensarlo). Me hizo un tacto y estaba de 4 cm. Me derrumbé un poco, pensé que todavía quedaba mucho y me entraron ganas de llorar. Pero intenté serenarme y concentrarme en respirar bien (con la ayuda inestimable de Ana Mª que me hacía dúo y me reconducía). Mentalmente (ya no podía casi hablar) le decía a mi bebé que aguantase, que juntos lo lograríamos. Las contracciones ya eran cada 3 min y muchos más intensas, a partir de que rompí aguas fue cuando empecé a entrar en una nebulosa mental, imagino que las endorfinas estaban haciendo su efecto aunque aquello dolía como si estuviesen de vacaciones.
Al rato probamos la silla de partos para descansar un poco las rodillas, pero no estaba cómoda. Allí mismo me hizo otro tacto, estaba de 5cm. Eran las 23:50, 1 cm en 35 min. No pintaba bien, podía alargarse demasiado la cosa, aunque el bebé tenía las pulsaciones dentro de la normalidad. Tenía la olla ya bastante ida, estaba en mi mundo y me preocupé pero como de lejos, no podía pensar en nada más que en pasar las contracciones que debían ser ya cada 2 min.
A las 00:10 me dieron homeopatía para relajarme y para los miedos, y yo no sé si fue eso o que mi cuerpo y mi bebé decidieron poner el turbo, el caso es que a las 00:25 estando solos mi marido y yo de rodillas a los pies de mi ya querida cama cuando noté ganas de empujar, me sorprendí, y Alicia y Ana Mª aún más. Me miraron, y efectivamente había entrado en expulsivo. ¡En 15 minutos había dilatado de 5 a 10 cm y entrado en expulsivo!
A partir de ahí fue todo como una tormenta de sensaciones, la parte más dolorosa pero la más intensa y especial. Las contracciones no me daban respiro, eran una detrás de otra y grité como nunca lo había hecho, los pujos eran incontrolables, pero lo que duró 20 min a mi me parecieron 5 (las endorfinas echándome un cable, durante todo el parto el concepto del tiempo lo tuve distorsionado, todo me pareció más corto de lo que realmente fue).
Cuando sentí el aro de fuego flipé, dolía un montón, pero saber que ya estaba a punto de nacer mi bebé me dio alas para superar eso y mil dolores más.
Hubo un momento que Ana Mº me dijo que tocase la cabeza, y cuando lo hice la noté, sorprendente tan caliente y blandita, y mi mente estaba ya en la estratosfera que pensé “no, no, eso no puede ser la cabeza, se está confundiendo, eso son mis partes que se están volviendo del revés como un calcetín”. Madre mía, así estaba borracha de hormonas.
Y cuando después de un pujo salió el resto del cuerpo fue una sensación increíblemente agradable, el dolor desapareció de golpe, Alicia me dio a mi hijo entre mis piernas (yo estaba de rodillas), lo cogí, le sacó una vuelta de cordón (era la segunda, ya le había sacado una cuando salió la cabeza) y lo abracé. Mi bebé, mojado y caliente, creo que lloré, él también lloró. Me senté y lo taparon con una toalla. Mi marido nos besó y nos abrazó, creo, tengo grabado a fuego ese momento de nosotros dos, pero lo que nos rodeaba está un poco borroso. Eran las 00:50.
Sé que entró mi suegra con la niña, me besó pero no vi a mi hija (por lo visto no salió de detrás de la pierna de su abuela). ¡Entonces me di cuenta que no sabíamos si era niño o niña!, con la emoción del momento y a la luz de las velas no nos habíamos fijado.
Nos dejaron solos unos momentos, ya estaba cogido a su teta (la única manera que se calmó). Y entonces aparté la toalla, era un niño. No me sorprendió porque era clavadito a su hermano.
Llamé a mi hija para que viese a su hermano y entró ya más decidida, le dio un beso y la abracé. Espero que recuerde el momento el resto de su vida, es mi regalo para ella, futura mujer y madre.
Volví a sentir contracciones, era la placenta que se preparaba, empujé y salió sin problemas. Entonces mi marido cortó el cordón.
Una anécdota: el mosqueo que pilló mi hija cuando le dije que era un niño, ella quería una niña y estuvo en la cocina con Alicia y Ana Mº enfadadísima despotricando del bebé porque era un niño. Y la brujita aguantó todo el proceso del tirón, no estuvo presente pero sí me escuchó y vivió el movimiento de todos por la casa, mi marido le había explicado para tranquilizarla que mamá gritaba porque estaba naciendo el bebé, que no pasaba nada, y ella dijo “vale, mamá está teniendo el bebé, pero porqué grita la otra señora? Muy mal la otra señora”, era Ana Mª que gritaba conmigo para ver si me soltaba de una vez y me relajaba.
(Mi otro hijo no se enteró de nada, a la mañana siguiente de despertó y se puso contento cuando vio la sorpresa que le había traído la noche).
Cuando ya estábamos en la cama y más tranquilos, llegó el momento de decidir el nombre, llegamos a un acuerdo los tres, se llamaría Jan.
Alicia lo revisó y lo pesó, hicimos una porra y acertó ella, 3.450 gr. (yo fui la que más me pasé, claro).
Ana Mª preparó el batido de placenta, que precisamente ese día me había quedado sin naranjas (era festivo y no pude comprar, Murphi otra vez), lo hizo con limones, miel y yogourt, que me supo a gloria y me bebí entero. Y más tarde me bebí el que había preparado para que mi marido lo probara (que lo hizo, pero se lo dejó casi todo porque estaba super ácido)
Alicia tuvo que coserme apenas dos puntos internos, ese rato y el de dejarlo todo preparado y recoger fue muy agradable, estábamos todos muy contentos.
Cuando esas dos fantásticas mujeres se marcharon, Luis durmió, por fin a la niña.
Me duché y entonces me quedé sola con mi hijo, la casa en silencio, solos los dos (mi marido se fue a dormir a la habitación de los niños), mi bebé dormido desnudito encima mío y yo reviviendo una y otra vez todo el parto, eufórica y inmensamente feliz.
Ha sido la experiencia más maravillosa de mi vida. El dolor, las sensaciones, los olores, la alegría, el cariño y la intimidad.
Parir en casa ha sido la mejor decisión que he tomado nunca, un precioso regalo que la vida me ha dado y el mejor nacimiento que le podía dar a mi hijo.
Gracias por acompañarme, a mi y a mi hijo.
12/12/2017